viernes, 26 de abril de 2013

Legado

Para finalizar, una imagenes de los monumentos historicos mas bonitos de Roma.

Coliseum

Fontana di Trevi

Loba con Rómulo y Remo.

viernes, 12 de abril de 2013

Concepto de romanización y el desarrollo de esta en Hispania en sus diferentes vertientes: lengua, econimia, organizacion social y politica, organizacion familar, educacion, derecho romano, obras publicas, religion.

Romanización es el proceso de aculturación que experimentaron las diversas regiones conquistadas por Roma, por el que dichos territorios incorporaron los modos de organización político-sociales, las costumbres y las formas culturales emanadas de Roma o adoptadas por ella. En el caso correspondiente a la península Ibérica, fue de diferente intensidad según las zonas —mayor en el sur y este peninsulares— y se produjo en distintos momentos (más tardío en el oeste y norte). La Romanización de España por Roma empezó en el 218 a. C. Aníbal (cartaginés) destruyó la ciudad de Sagunto, aliada de Roma, y al frente de un poderoso ejército cruzó el río Ebro y los Pirineos y emprendió la marcha hacia Italia. Entonces los romanos planearon hacer una guerra contra los cartagineses en España. Los romanos, con una extraordinaria visión de la estrategia militar, mandaron a España un ejército bajo el mando de Cornelio Escipión. Éste desembarcó en Emporion y empezó la conquista de las tribus de Cataluña, conquista que se consiguió rápidamente después de la llegada de su hermano P. Escipión, que asentó su base militar en Tarraco, destinada a ser una de las capitales romanas de España. Cuando ya estaban ocupadas las zonas ibéricas del levante y divididas las fuerzas de los dos hermanos, en el año 212 a. C., tomó por sorpresa Cartago Nova. Después de dos victorias en Baecula e Ilipa, logró expulsar a todas las tropas cartaginesas de la Península, e hizo un pacto con la cuidad de Gades en el año 206 a. C. Después de someter algunas tribus rebeldes (ilergetas), fieles a los pactos con los cartagineses, dominó toda la zona propiamente ibérica, que ya había pasado del dominio cartaginés al de los romanos a causa de la Guerra Púnica.

    Roma aplicó a los pueblos ibéricos y al territorio ocupado el derecho de conquista, comenzando una vergonzosa etapa de sistemática expoliación que causaría, en 197 a. C., una rebelión general de todos los pueblos ibéricos, exceptuando los ilergetas, que a causa de las anteriores represiones habían perdido su espíritu de resistencia. Roma mandó a España al cónsul Marco Pocio Catón, quien, tras una durísima represión, en el transcurso de la cual fueron destruidos todos los núcleos semiurbanos y urbanos de Levante y Cataluña, dominó firmemente el territorio, que quedaría dividido en dos provincias: la Citerior y la Ulterior.

El comienzo de este proceso data del año 218 a.C., cuando las legiones romanas de Cneo Cornelio Escipión desembarcaron en Ampurias, en la costa catalana, para enfrentarse con sus enemigos cartagineses, ocupantes de las zonas costeras y de parte del interior.
    En una primera fase se procedió a la conquista militar —de la zona cartaginesa hasta el 206 a.C., de la zona interior durante el siglo II a.C. y del resto en el siglo I a.C.—, no exenta de dificultades debido al valor y ansia de independencia de los indígenas, con continuas rebeliones.
    En una segunda fase, iniciada cuando aún gran parte de lo que será Hispania no había sido conquistada, se procedió a una asimilación cultural del territorio. Esta no fue total en las últimas regiones sometidas (área cantábrica) ni siquiera en el siglo V cuando se debilitó la presencia romana presa de las invasiones bárbaras, a pesar de llevar 500 años de dominación —muchas veces más nominal que efectiva—, debido al escaso interés por controlar y poblar zonas deprimidas y marginales. Allí pervivieron estructuras gentilicias (clanes) e idiomas (por ejemplo el euskera), así como el sentimiento de identidad que permitiría su supervivencia frente a los visigodos y el islam, posibilitando el nacimiento de los futuros reinos y condados cristianos. Una de las consecuencias del prestigio de Roma y de lo romano será la aspiración a la ciudadanía, conseguida a duras penas por los indígenas a base de dinero o en premio a su fidelidad. Ello, junto a la suavización de los términos en que se acordaron las distintas rendiciones a manos de las legiones y el tiempo transcurrido desde aquellas, fueron creando un clima propicio a la aceptación de lo romano. Punta de lanza de todo esto fue la llegada de inmigrantes de origen romano e itálico, que se fueron estableciendo en ciudades (municipia civium romanurum, coloniae civium romanorum), creando así focos tanto de difusión cultural como de control político y administrativo: Itálica (Sevilla), Corduba (Córdoba), Emerita (Mérida), Barcino (Barcelona), entre otros. La política colonizadora de Julio César y de Augusto en el siglo I a.C. fue el impulso definitivo a esta labor, iniciada tímidamente dos siglos atrás con la llegada de soldados y comerciantes, suponiendo ahora no sólo el asentamiento de veteranos de las legiones —emparejados con las mujeres indígenas— sino también nuevas remesas desde la propia Italia, en busca de nuevas tierras y mejores condiciones de vida. El clima de paz y la lejanía de los frentes bélicos contribuyeron decisivamente a la mejora de la economía y, con ello, a la aceptación definitiva de Roma.

Un hito en el proceso romanizador fue la concesión por el emperador Vespasiano (69-79) del ius latii o derecho de ciudadanía latina, para todos los hispanos libres de origen indígena. Tal medida fue ampliada en el 212 por el emperador Caracalla al convertir a todos los habitantes libres del Imperio en ciudadanos romanos mediante la Constitutio Antoniniana. En Hispania, para esas fechas, casi por unanimidad, la población se ‘sentía’ romana.
Reflejo de esa uniformidad cultural creciente fue la adopción de la lengua latina en todos los ámbitos de la vida, al principio en igualdad con las lenguas prerromanas y luego, salvo excepciones en el norte peninsular, con exclusividad, si bien es verdad que se mantuvieron variantes dialectales —al igual que costumbres y tradiciones culturales—, pero que no alteraron la unidad alcanzada. A este respecto es de destacar la capacidad romana de adoptar creencias y costumbres de los pueblos conquistados, asumiéndolas como propias e integrándolas en un todo común.
    La romanización se mostró también en la penetración de la religión romana y, sobre todo, de las religiones orientales importadas por Roma —culto de Cibeles, Mitra, cristianismo— en el uso de vestimentas y ajuares; en los tipos constructivos, ya en obras públicas, ya en vivienda privada; en el uso de los nombres romanos con su praenomen, nomen y cognomen; en el uso de la moneda y métrica romanas; en la aceptación del Derecho Romano frente a las costumbres tribales; en las prácticas comerciales y asociacionistas (collegia); en la llegada de hispanos a Roma como emperadores, magistrados o literatos; o en la presencia de hispanos como legionarios desde Britania a Mesopotamia. La inserción de la Península en el mundo romano supuso una mayor apertura a los intercambios comerciales y culturales con el Mediterráneo y más allá, en una identificación con los habitantes también romanizados de Asia, África y resto de Europa. Todavía en torno al año 500 el sur peninsular se resistirá a la penetración germánica y mantendrá lazos de unión con el Imperio romano de Oriente, que posibilitarán la reconquista bizantina de la zona y su mantenimiento hasta el siglo VII, como una consecuencia de ocho siglos de historia y tradición en torno a la idea y al nombre de Roma.
 Inicialmente el territorio fue dividido en 2 provincias: España Citerior (la más cercana geográficamente a Roma, que comprendía el este y noreste peninsulares) e España Ulterior (la más alejada de la metrópoli). Durante doscientos años no se cambió, excepto en los límites geográficos, acrecentados por las conquistas (correspondiendo el centro y norte a la primera y el oeste y noroeste a la segunda). Sin embargo, Augusto en el 27 a.C. dividió la Ulterior en dos nuevas provincias Lusitania, Bética y llamó Tarraconense a la Citerior.
    El emperador Caracalla a comienzos del siglo III desgajó de la Tarraconense la provincia España Nova Citerior Antoninianafutura Gallaecia, que comprendía el noroeste peninsular. Su sucesor de principios del siglo IV, Diocleciano, creó la Cartaginense (centro y este peninsulares, más las islas Baleares) desgajada también de la Tarraconense. A fines del siglo IV las Baleares pasan a ser provincia insular llamándose Balearica. Por otro lado, el norte de África fue englobado en ese siglo como parte de España con el nombre de Mauritania Tingitana, con capital en Tingis (actual Tánger). Consecuencia de todo ello, en el siglo V España se componía de 7 provincias.
Lusitania es la antigua región que formó la provincia romana creada por el emperador Augusto en la península Ibérica el año 27 a.C., con capital en Emerita Augusta (hoy Mérida, España). Las constantes rebeliones contra el poder romano finalizaron en el 72 a.C., fecha del inicio de la definitiva romanización en la región. Su principal figura como héroe de la resistencia fue la de Viriato.
    Su nombre completo era Provincia Hispania Ulterior Lusitania y, como su nombre indica, fue, junto con la Bética, una de las dos partes en que se subdividió la antigua Hispania Ulterior. Comprendía el actual Portugal, casi toda Extremadura y parte de las actuales provincias españolas de Salamanca y Zamora, si bien el propio Augusto posteriormente incorporó el norte del Duero a la Tarraconense. Recibe su nombre de sus antiguos habitantes, los lusitanos, con los que Roma luchó durante los siglos II y I a.C. Administrada por el emperador, en el 284, como una de las cinco provincias de la diócesis de Hispania, se dividió en tres distritos o conventos jurídicos con capitales en Emerita, Scallabis (actual Santarém, Portugal) y Iulia Pax (hoy Beja, Portugal). Tuvo importantes minas de cobre en el sur.
    Fue ocupada por los alanos (411) y, posteriormente, por los suevos (439). En el 582 fue sometida por el rey visigodo Leovigildo.
  Bética es la provincia romana de la península Ibérica creada por Augusto en el 27 a.C., que toma su nombre del río Baetis (actual Guadalquivir) y cuya capital fue Hispalis, hoy Sevilla. Su nombre completo era Provincia Hispania Ulterior Baetica y estaba constituida por el centro y oeste de Andalucía, sur de Extremadura y parte de Ciudad Real, aunque el rico distrito minero de Castulo (cerca de Linares, en Jaén) pasó en el 7 a.C. a la Tarraconense. Era una de las zonas más romanizadas de Hispania y su administración correspondía al Senado, si bien a finales del Imperio la autoridad imperial se hizo preponderante. Tuvo 4 distritos con capitales en Hispalis, Gades (Cádiz), Astigi (Écija) y Corduba (Córdoba), destacando Hispalis como capital de Hispania durante el Bajo Imperio (siglos IV y V). Provincia fértil en agricultura, minería y comercio, fue lugar de asentamiento de colonos romanos desde su conquista, y en ella nacieron Trajano (y probablemente también su pupilo Adriano), Séneca, Lucano, Mela y Columela.

    Tarraconense es la provincia romana establecida por Augusto en la península Ibérica el año 27 a.C. y con capital en Tarraco (la actual Tarragona). Su nombre latino completo era Provincia Hispania Citerior Tarraconensis y sus límites se correspondían con los de la Provincia Citerior creada en el 197 a.C. (valle del Ebro, Levante y parte de la Meseta Sur) más los territorios conquistados de la zona cántabra y adyacentes. Posteriormente, Augusto incorporó Galicia, el norte de Portugal y el territorio de los astures (desde Asturias a Zamora). Era provincia imperial, sometida a la autoridad directa del emperador sin intervención del Senado, debido a la necesidad de mantener tropas para controlar los focos rebeldes del norte y a la rica producción minera. Tuvo siete distritos con capitales en Lucus, Bracara, Asturica, Clunia, Caesaraugusta, CartagoNova y Tarraco. En el Bajo Imperio (siglos IV y V) sólo incluía el valle del Ebro y el este de la zona cantábrica.


Hispania ha sido siempre considerada como el baluarte del romanismo, la provincia más romanizada de Occidente: la Bética era una pequeña Italia en Hispania.
    Se entiende por romanización el lento proceso de asimilación de la cultura, civilización y modo de vivir de los romanos por el pueblo hispano que duró seis siglos. Los factores que hicieron posible este proceso fueron los siguientes:
I. El derecho de ciudadanía que constituía la aspiración común de todos los pueblos sometidos ya que conllevaba grandes privilegios. En Hispania a partir de César que concedió a muchos municipios y finalmente en el año 212 d.C. el emperador Caracalla extendió esta prerrogativa a todos los habitantes libres del Imperio.
II. La fundación de las colonias y el régimen municipal: cada colonia era un centro de romanización, ya que estaba integrada por ciudadanos romanos que se organizaban y vivían como si estuvieran en la propia Roma y por indígenas que estaban en contacto con ellos, por lo cual el pensamiento y la civilización eran asimilados por los nativos. El municipio era una ciudad principal y libre, que tenía sus propias leyes y nombraba sus gobernantes independientemente de Roma, siendo los órganos esenciales de éste semejantes a los de Roma: las Asambleas populares, los magistrados, etc.
III. La influencia del ejército en la romanización fue decisiva: resultó ser el transmisor fundamental de la lengua latina. Los soldados reclutados entre la población hispana automáticamente adquirían el derecho de ciudadanía; así, al licenciarse, engrosaban el estamento de ciudadanos y se convertían en agentes activos de romanización.
IV. La lengua latina logró imponerse a las demás lenguas nacionales excepto al euskera que se habla en la zona norte) por medio de los funcionarios, del ejercito, de la enseñanza y del culto religioso y sobre todo a través de las relaciones comerciales ya que era la lengua universal en los países del Mediterráneo.
V. La extensa red de comunicaciones que proporcionaba el conjunto de calzadas romanas (más de 10.000 kilómetros) facilitó la comunicación entre las distintas regiones, tanto en la costa como en el interior, impulsando de esta manera el desarrollo del comercio entre todas ellas y, por tanto, la romanización.

jueves, 21 de marzo de 2013

El cristianismo.

Roma, como la mayoría de los pueblos de la antigüedad adoptó una religión politeísta, que contaba con dioses para todos los romanos, y con una religión familiar, que nucleaba a sus miembros, en torno a la adoración de sus antepasados muertos. La prédica de Cristo fue rechazada en Roma, al punto de costarle la vida al propio Jesús, y sus seguidores fueron perseguidos y condenados por la mayoría de los emperadores.
Nerón, fue uno de los emperadores que más se ensañó con los cristianos, que no adoraban a los dioses locales, y se negaban a reconocer al emperador como un ser divinizado. Las ideas de caridad e igualdad cristianas, parecían oponerse al espíritu guerrero y jerárquico de los romanos. Por estas causas, acusó a los cristianos del incendio de Roma, ocurrido en el año 64.

Los emperadores Trajano y Adriano, fueron más tolerantes con el cristianismo, con la condición de que no violaran las leyes romanas.
En el año 285, Diocleciano, persiguió al cristianismo considerándolo una amenaza para el imperio. Esta nueva religión que primero fue adoptada por los grupos sociales más humildes, comenzó a ser predicada por todos los sectores de la sociedad. La explicación puede encontrarse en la crisis que se vivía en esos momentos, tanto en materia de seguridad, como económica y de valores espirituales. El cristianismo ofrecía una nueva oportunidad de reivindicación moral y religiosa.
Diocleciano privó a los cristianos de todos sus derechos, quemó copias bíblicas y demolió iglesias. Esta hostilidad cesó recién con el decreto de indulgencia, de Galerio del 30 de abril del año 311, donde se reconoció a los cristianos existencia legal.

El emperador Constantino, en el año 324, asumió el poder total de Roma, atribuyendo su asunción a fuerzas divinas. Un panegirista galo, anunció que el nuevo emperador había tenido una visión de Apolo, en un santuario de la Galia. La visión era de una cruz encima del Sol, seguida de las palabras “con ésta vencerás”. A la noche siguiente, Cristo se le apareció en un sueño, mostrándole el sentido de lo que había vislumbrado.
La tarde anterior a la batalla del puente Milvio, el 28 de octubre del año 312, tuvo otro sueño, donde se le ordenó pintar en los escudos de sus tropas el monograma cristiano. Al vencer a Majencio, y con ello acceder al poder en todo occidente, relacionó ese triunfo con la simbología usada. Como tributo a su victoria, erigió un arco en roma, donde se escribió que el tirano Majencio había sido derrotado “por inspiración de la divinidad y su grandeza de espíritu”, refiriéndose al propio Constantino.

En el año 313, se promulgó el edicto de Milán, por parte de Constantino I, a cargo del Imperio Romano de Occidente y Licinio, del de Oriente.
En esa fecha el Imperio estaba compuesto por 50.000.000 de habitantes de los cuales los cristianos representaban el 10 %. Las propiedades de los cristianos que les habían sido confiscadas les fueron devueltas. El cristianismo comenzó a convivir en un pie de igualdad con el paganismo.
Luego de vencer a Licinio en Adrianópolis, se apoderó, en el 324 de todo el imperio.

Reconoció públicamente sus errores y la salvación que Dios le había concedido.
En el año 325 se reunió el concilio de Nicea (Asia Menor), donde se reunieron trescientos obispos, con el fin de lograr la unidad religiosa del imperio, ya que el cristianismo había sido objeto de distintas interpretaciones. El arrianismo, sostenía que Cristo era el primogénito de Dios pero no su misma sustancia, sino una criatura de origen temporal. En el concilio triunfó la tesis opuesta consagrándose la trilogía del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siendo la misma sustancia el dios Padre y el Hijo. Los que no aceptaran esa fe serían desterrados.

En el año 326, Constantino se dirigió a Roma, lugar en el había estado en el 315, pero esta vez se negó a concurrir a una procesión y sacrificio en el Capitolio. La nueva capital se estableció en Constantinopla, donde antes había estado Bizancio. La nueva ciudad fue consagrada en el año 330, transformándose en ciudad cristiana, a pesar de que siguieron subsistiendo resabios del anterior paganismo, como estatuas y templos paganos, que ya no eran tenidos como sagrados. Se establecieron importantes iglesias, como la de la sagrada sabiduría.

En tanto, en Roma, en el 326, año de la visita de Constantino, se ejecutó a su hijo Crispo, en Pola, Dalmacia, por orden del propio Constantino, acusado de haber tratado de seducir a su madrastra, fausta, esposa de Constantino. Fausta también falleció a causa de un supuesto accidente en la bañera, donde se ahogó, aunque muchas versiones indican que fue la madre de Constantino la encargada de asesinarla, cuando se enteraron de que la acusación contra Crispo era falsa.

La madre de Constantino, ante estos hechos se dirigió en peregrinación a Tierra Santa.
Estos hechos hicieron sospechar a los opositores de Constantino que su conversión obedecía a razones de expiación de pecados por la cruel e injusta muerte de sus familiares.

Se puso en comunicación con el obispo de Jerusalén, donde se construyeron numerosas iglesias.
El bautismo de Constantino se produjo en el año 337, en su lecho de muerte, y fue enterrado en la iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla.

El emperador, Juliano el Apóstata (361-363), nuevamente comenzó una política persecutoria del cristianismo, pero a su muerte, el cristianismo resurgió con mayor intensidad.
El emperador Teodosio, el 27 de febrero del año 380, proclamó al cristianismo religión oficial del Imperio Romano.

Cultos orientales.

Desde su expansión por el Mediterráneo los romanos fueron dando acogida en su religión a divinidades extranjeras.  De alguna manera, sobre todo, al final de la República y con el Imperio, fue patente que los romanos se mostraban muy indiferentes hacia sus dioses, su espíritu religioso estaba en cierto modo vacío y las historias religiosas habían pasado a ser meras fábulas mitológicas, a pesar de que seguían celebrando sus festividades, alegres y bulliciosas, de manera que no es difícil comprender que la mística de los cultos orientales supusieran una llamada y una atracción para el espíritu religioso de los romanos. 


En otras palabras, la fe de los romanos no había desaparecido, pero las carencias de una educación romana irracional y ficticia permitía que la fe se acrecentara; el politeísmo oficial romano no satisfacía esa fe, de manera que los cultos de sectas filosóficas y los misterios de los dioses orientales sí daban una respuesta a esta fe, pues respondían a sus preguntas, aliviaban sus inquietudes, daban incluso explicaciones del mundo con reglas de conducta y cierto alivio ante el mal y la muerte.
Así pues, creencias religiosas procedentes de oriente, pero maduradas durante cierto tiempo en Grecia y en la esfera del helenismo, fueron penetrando en la sociedad romana paulatinamente.  En cierto modo, muchos de estas religiones orientales eran una mezcla de filosofía y de creencias, con sus dogmas, sus oraciones, sus himnos, sus sacrificios, sus ceremonias, etc.  No obstante, a grandes rasgos todas estas religiones comparten algunas características, como la existencia de unos dioses que sufren, mueren y resucitan, con explicaciones del cosmos, dioses protectores en función de la pureza del hombre, dioses que protegen a sus iniciados y a todo el universo.
Así, en el 204 a. C. acogieron la Piedra Negra, el símbolo de la diosa Cibeles, enviada por el rey de Pérgamo desde Pesinonte (Galacia, en la actual Turquía) a petición del senado de Roma, si bien prohibieron el culto a Atis, el amante de Cibeles, por ser sangriento y turbar el orden.
El culto a Baco y los misterios de las Bacanales que suponían ceremonias de iniciación especiales para sus adeptos fueron objeto de continuos escándalos que dieron lugar a que en el año 186 a. C. fueran ferozmente reprimidos y suprimidos.
Durante el imperio muchos de estos cultos, incluso los prohibidos y a pesar del intento de Augusto por frenar su avance, se fueron haciendo cada vez más populares, no sólo entre las clases altas romanas, lo que supuso un detrimento de los cultos nacionales; así, los cultos de Isis, Serapis, Cibeles, Atis, etc., serán frecuentes entre los romanos y contarán con sus propios templos y sacerdocios.  Claudio autorizó la liturgia dedicada a Cibeles y Atis; antes Calígula favoreció los cultos egipcios y Domiciano restauró con todo lujo el templo de Isis destruido en un incendio en el año 80 d. C.; Nerón sólo adoraba a Hadad y su paredrus Artagatis, una divinidad siria.
De incorporación tardía en el imperio, en el siglo II d. C. bajo los emperadores Flavios, es el culto de Mitra entre los romanos, dios persa del cielo, de la tierra y de los muertos.  Durante cierto tiempo rivalizó con el cristianismo, con el que coincidía en algunos aspectos como el monoteísmo y un tipo de bautismo, y, de hecho, fue uno de los pilares de los paganos para luchar contra el cristianismo; el mitracismo, durante mucho tiempo clandestino, se convirtió en culto oficial hasta su abolición por el emperador de origen hispano Teodosio.  Probablemente la representación más conocida de esta diosa era el Taurobolium, es decir, la diosa con una rodilla sobre un toro al que está sacrificando, clavándole un cuchillo.
Estos ritos y religiones, básicamente monoteístas, se desarrollaban con ceremonias públicas y también con ceremonias iniciáticas casi siempre secretas y mistéricas.  Entre los adeptos se elegía cuidadosamente a los sacerdotes de cada culto; todas estas religiones poseían una doctrina basadas en la revelación de los misterios y de la fe y en el prestigio que les daba su modo de vida y su atuendo.  De manera general, estas religiones imponían a sus seguidores, además de la iniciación, períodos de ascetismo –ejercicios religiosos-.  Sin embargo, entre los sectores de la población más tradicionalista todas estas religiones orientales fueron consideradas como sospechosas y sus sacerdotes como charlatanes, estafadores, desvergonzados, etc., que se aprovechaban del pueblo para sus propios fines y bienestar.
Desde el punto de vista teológico, las religiones orientales suponían una superioridad religiosa respecto de la religión romana; aunque los ritos orientales pudieran parecer bárbaros o impúdicos, tenían un efecto positivo entre los individuos.  Deslumbraban a sus fieles por el brillo de sus fiestas, la pompa de sus procesiones, sus místicos cánticos y su encantadora música; los obsesivos estados contemplativos y las prolongadas mortificaciones, las danzas y algunas bebidas provocaban que determinados cultos y ceremonias supusieran auténticas fiestas en las que los fieles alcanzaban un estado de éxtasis, de delirio y de bienestar donde olvidaban sus penas y su dolor; es decir, mediante diferentes caminos se llegaba al encuentro del saber, de la pura virtud y de la victoria sobre el dolor físico, el pecado y la muerte.
No obstante, conviene no olvidar que, aunque estas religiones fueran monoteístas y sus adeptos llegaran a adorar únicamente al dios de su doctrina, el estado romano seguía siendo politeísta, al admitir junto a los dioses antiguos, estos nuevos, sin que ninguno tuviera preeminencia sobre los otros.
Sin embargo, el culto extranjero más importante de los introducidos en Roma y, a la postre, el que se acabará imponiendo, será el cristianismo.

Mitos grecorromanos.

MITOS Y MITOLOGÍA
Hace miles de años, el hombre creía en la existencia de dioses y semidioses de forma humana y de conducta similar a la de los seres humanos. La religión, la ciencia y el conocimiento más exacto de la naturaleza han hecho desaparecer de la faz de la tierra a todas esas divinidades, salvo en algunas tribus indígenas de Asia, África y América.

En la antigüedad eran adoradas en Egipto, Asiria, China, Roma, Grecia, norte de Europa, las tres Américas y otras regiones.

Todas las fuerzas de la naturaleza, los sentimientos y las actividades humanas tenían su representación mitológica, su divinidad emparentada con otras por lazos familiares del mismo modo que los seres humanos.

De los dioses grecolatinos, el mayor era Zeus (G) o Júpiter (R) hijo de Cronos (G) o Saturno (R), dios del tiempo y Rea, la tierra.

Los hermanos de de Zeus eran Neptuno(R) o Poseidón (G), Hera(G) o Juno(R), Hades(G) o Plutón(R), Ceres(R) o Deméter(G), Minerva(R) o Palas Atenea(G).

De estas divinidades procedían los dioses menores y los héroes como Hércules o Prometeo. También habían monstruos de toda especie como: centauros (mitad hombre y mitad caballo), sátiros (mitad hombre y mitad cabra), sirenas (mitad mujer y mitad pez, minotauros (mitad hombre y mitad toro).

La profusión de dioses, semidioses, héroes y monstruos es características de todas las mitologías.

La mitología es la ciencia que estudia estas creencias y trata de comprender su significado.

Las divinidades romanas son las más famosas. Los grandes dioses eran 20, pero sólo 12 conformaban el consejo celestial, es decir, tenían voz y voto.


DIOSES:

GRIEGOS, ROMANOS

Zeus, Júpiter
Poseidón, Neptuno
Ares, Marte
Hefesto, Vulcano
Hermes, Mercurio
Febo, Apolo

DIOSAS:
GRIEGAS, ROMANAS

Hera, Juno
Afrodita, Venus
Hestia, Vesta
Deméter, Ceres
Artemisa, Diana
Palas Atenea, Minerva


Los otros dioses eran:

-Urano: el cielo
-Hado: el destino
-Saturno o Cronos, dios del tiempo
-Plutón o Hades: dios del infierno
-Baco (R) o Dionisios (G): dios del vino
-Cupido(R) o Eros (G): dios del amor
-Cibeles(R) o Rea (G): diosa de la tierra, madre naturaleza
-Proserpina (R) o Perséfone (G): diosa del infierno
Gea es la personalidad mitológica de la tierra (planeta), la más antigua de las deidades griegas. Gea nació del Caos, y de su unión con Eros nació Urano.
MITOS Y MITOLOGÍA
Hace miles de años, el hombre creía en la existencia de dioses y semidioses de forma humana y de conducta similar a la de los seres humanos. La religión, la ciencia y el conocimiento más exacto de la naturaleza han hecho desaparecer de la faz de la tierra a todas esas divinidades, salvo en algunas tribus indígenas de Asia, África y América.

En la antigüedad eran adoradas en Egipto, Asiria, China, Roma, Grecia, norte de Europa, las tres Américas y otras regiones.

Todas las fuerzas de la naturaleza, los sentimientos y las actividades humanas tenían su representación mitológica, su divinidad emparentada con otras por lazos familiares del mismo modo que los seres humanos.

De los dioses grecolatinos, el mayor era Zeus (G) o Júpiter (R) hijo de Cronos (G) o Saturno (R), dios del tiempo y Rea, la tierra.

Los hermanos de de Zeus eran Neptuno(R) o Poseidón (G), Hera(G) o Juno(R), Hades(G) o Plutón(R), Ceres(R) o Deméter(G), Minerva(R) o Palas Atenea(G).

De estas divinidades procedían los dioses menores y los héroes como Hércules o Prometeo. También habían monstruos de toda especie como: centauros (mitad hombre y mitad caballo), sátiros (mitad hombre y mitad cabra), sirenas (mitad mujer y mitad pez, minotauros (mitad hombre y mitad toro).

La profusión de dioses, semidioses, héroes y monstruos es características de todas las mitologías.

La mitología es la ciencia que estudia estas creencias y trata de comprender su significado.

Las divinidades romanas son las más famosas. Los grandes dioses eran 20, pero sólo 12 conformaban el consejo celestial, es decir, tenían voz y voto.


DIOSES:

GRIEGOS, ROMANOS

Zeus, Júpiter
Poseidón, Neptuno
Ares, Marte
Hefesto, Vulcano
Hermes, Mercurio
Febo, Apolo

DIOSAS:
GRIEGAS, ROMANAS

Hera, Juno
Afrodita, Venus
Hestia, Vesta
Deméter, Ceres
Artemisa, Diana
Palas Atenea, Minerva
 

viernes, 8 de marzo de 2013

El culto al emperador.

El primer emperador romano, Octavio, renovó y restauró mucho de los cultos tradicionales romanos que habían caído en desuso a lo largo de la República, sobre todo en su fase final.  En contrapartida, por un lado recibió un título de carácter religioso, Augusto, término que hasta entonces sólo se aplicaba a los templos consagrados según los ritos religiosos romanos; por otro lado, el propio emperador acabó siendo divinizado, de manera que, a partir de Octavio Augusto, la gran mayoría de los emperadores de los primeros siglos del imperio recibieron el título honorífico de Augusto, fueron divinizados, casi siempre en vida, fueron objeto de culto en Roma y en el imperio y en su honor se erigieron templos.  Esta situación duró hasta el siglo III d. C. y dicho culto imperial tuvo un papel unitario; sin embargo, la irrupción del cristianismo y su adopción final como religión oficial del estado romano modificaron y suprimieron el culto imperial.
Con todo, el culto al emperador también tenía ciertas influencias orientales, donde pueblos como los egipcios consideraban divinos a sus faraones.  En el caso de Roma, parece ser que por iniciativa de personajes influyentes en las provincias y en Italia se empezó a construir altares en honor de la diosa Roma y de su emperador Augusto, todavía en vida, muy probablemente para atraerse el favor de éste.  En Roma no se deificó en vida; sólo se veneraba al genius de Augusto, pero a su muerte en el 14 d. C. se dictó un decreto senatorial por el que fue divinizado, es decir, en término más propio, se produjo la apoteosis del emperador, del divus Augustus.  A partir de Augusto, la deificación del emperador se hizo en vida y sólo algunos emperadores eludieron o no recibieron la divinización en vida, como Calígula y Domiciano.
El culto a la diosa Roma y al emperador se constituyó en un vínculo poderoso entre éste y los súbditos a lo largo del imperio, de manera que en cada municipio y en cada provincia había altares y templos dedicados al emperador en el que se daba cabida también a las clases bajas e incluso a los libertos.
Entorno a estos cultos, sobre todo, bajo Augusto se instauraron juegos: los Ludi Actiaci, el 2 de Septiembre cada cuatro años para celebrar la victoria de Augusto sobre Marco Antonio en Accio; los Ludi Augustales, entre el 5 y el 12 de Octubre, a partir del año 19 a. C. para celebrar el retorno de Augusto desde Oriente; en el año 86 d. C., el emperador Domiciano instauró el Agon Capitolinus, en Junio y Julio cada cuatro años, con juegos deportivos al estilo griego y competiciones literarias y musicales.
No obstante, conviene decir que, si bien en un principio el culto imperial suscitó cierto ardor y apasionamiento entre los romanos, debido a las actitudes de ciertos emperadores al final de la dinastía Julio-Claudia, al uso de la violencia para llegar a ser emperador y al paso del tiempo, el culto imperial acabó convirtiéndose en una pieza más de la maquinaria política oficial del régimen, un símbolo de lealtad y deber hacia la figura del emperador, de manera que perdió su trascendencia original y terminó secularizándose.

La religion estatal.

Los romanos tenían dioses para toda la comunidad, que representaban el culto oficial y dioses privados, pertenecientes a cada familia en particular, ya que cada una de ellas era una unidad política, económica y religiosa.
La tríada oficial estaba integrada por tres dioses de origen indoeuropeo: Júpiter, Marte, dios de la guerra y Quirino, que era el rey Rómulo divinizado. Esta tríada fue reemplazada, bajo la influencia etrusca, por Júpiter, Juno y Minerva, representados con forma humana (antropomorfismo).
Había dioses que representaban a las fuerzas de la naturaleza, llamados númenes a quienes se les rendía culto en los campos, cuevas y bosques.
El personaje dominante de la religión estatal, era el Pontífice Máximo, que ejercía autoridad sobre el resto de los sacerdotes, que no se dedicaban sólo a la función religiosa sino que eran aristócratas que además desempeñaban las magistraturas o cargos militares.
 
Entre los más destacados sacerdotes, pueden mencionarse, a los Pontífices, organizados en un colegio de quince miembros. Probablemente su nombre signifique “hacedores de puentes”, al ser esa su función en los orígenes. Su función era fundamentalmente jurídica, brindando asesoramiento legal y supervisando las fiestas estatales y el calendario.
Los augures se encargaban de consultar la voluntad de los dioses, para saber si un día era apto o no, para realizar alguna acción (fasto o nefasto). Para comprender esta situación observaban ciertos signos de los animales, como el apetito de los pollos sagrados o el vuelo de las aves.
Los auríspices, cumplían la misma función de adivinación que los augures, pero la consulta a los dioses la hacían a través de las entrañas de los animales sacrificados, costumbre heredada de los etruscos.
Las vestales eran sacerdotisas consagradas al culto de la diosa Vesta, siendo inviolables al igual que el templo. Ingresaban a los 16 años, y durante 10 años se desempeñaban como aprendices, luego ejercían la función de cuidar el fuego sagrado durante 10 años y luego pasaban otros 10, enseñando a las novicias. Durante su desempeño realizaban voto de castidad, que si no era cumplido, eran quemadas vivas. Debían limpiar el templo de Vesta los días 24 de marzo, 24 de mayo y 16 de junio de cada año.
Dentro de los dioses familiares estaban los lares o dioses del hogar que lo custodiaban y estaban siempre en él. Cuando la mujer, extraña a la familia se incorporaba, por justas nupcias, y antes de realizar el ritual de tomar los dioses del marido ante el fuego sagrado, el reciente esposo la cargaba en sus brazos para atravesar el umbral, para que los dioses que allí moraban no se enojaran, ya que ella aún conservaba sus propios dioses familiares. Las habitaciones de la casa daban a un patio, llamado atrio, donde en una capilla se les rendía homenaje. El fuego sagrado, siempre encendido, era símbolo de devoción y respeto. A cargo de la religión familiar se hallaba el paterfamilias.
Los penates, representados por dos jóvenes que sostenían el cuerno de la abundancia, protegían las pertenencias materiales de los miembros del grupo familiar.
Los manes eran los antepasados muertos, a quienes cada familia ofrecía rituales particulares.
Cuando se produjo la conquista de Grecia, los romanos tomaron como propios los dioses griegos a quienes cambiaron la denominación, a excepción de Apolo que continuó con el mismo nombre.
La equivalencia entre dioses griegos y romanos fue la siguiente:
Griegos-Romanos
Zeus-Júpiter (Dios principal, del cielo y del trueno)
Hera-Juno (Dios de la fertilidad)
Atenea-Minerva (Diosa de la sabiduría)
Ares-Marte (Dios de la guerra)
Artemisa-Diana (Diosa de la caza)
Hermes-Mercurio (Dios del comercio)
Hefesto-Vulcano (Dios del fuego)
Hestia-Vesta (Diosa del hogar)
Apolo-Apolo (Dios de la belleza, de las artes
y de la profecía)
Afrodita-Venus (Diosa del amor)
Deméter-Ceres (Diosa de a fertilidad)
Poseidón-Neptuno(Dios de los mares)
Dionisio-Baco (Dios del vino y de las
fiestas)
Eros-Cupido (Dios del amor)
Cuando Roma conquistó Oriente, su culto influye decididamente en los conquistadores, tiñendo su religión de un contenido moral, que hasta entonces carecía, ya que la religión romana se componía de una mezcla de ceremonias y ritos que intentaban solamente lograr el favor de los dioses. La religión oriental ofrecía la oportunidad de redención, otorgándole suma importancia a las comidas rituales, al sufrimiento como modo de perdón de los pecados y a las ceremonias de purificación.
Dentro de las ceremonias de purificación, se destacó la de taurobolium, primero dedicada al culto de Cibeles y que luego se extendió a otros dioses. En este ritual de purificación, el devoto era colocado en un hoyo y bañado con la sangre de un toro sacrificado.
El culto a la Magna Mater o Cibeles, diosa de la tierra y protectora de su pueblo, a quienes les otorgaba frutos y mieses; salud y protección, tuvo su origen en Frigia (Asia Menor), y fue adoptado por los romanos en el año 204 a. C., como resultado de una profecía que vaticinaba que esta diosa los ayudaría a vencer a Aníbal. Durante las conmemoraciones en su honor se recordaba a su esposo Attis.
Attis era el Dios de la vegetación, que había muerto y resucitado, manifestándose eso en las estaciones, realizándose en su honor, ritos frenéticos.
El culto de la muerte y de la resurrección también se ofrecía en honor al dios egipcio, Osiris, víctima de la maldad de su hermano Seth.
El culto a Mitra, dios iranio, estaba reservado a los hombres, sobre todo para los soldados, representándolo como un muchacho que está matando un toro. De la sangre del toro surgiría la vida vegetal y animal.
En el año 313 se adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.


viernes, 22 de febrero de 2013

La religion familiar.

Como en cada faceta de su cultura, los romanos copiaron sus mitos de los griegos, sin embargo la mitología griega fue creada por espíritus mejor dotados, mientras que los mitos romanos respondían a las necesidades comunes del pueblo. El pueblo romano esperaba de ellos tan solo buena cosecha y negocios prósperos. Y para que todo esto se lleve a cabo cumplían con rigidez las ceremonias religiosas.
En los primeros tiempos Marte (dios de la guerra) parece haber sido el dios más importante. Un dios capaz de poder ayudarlos a vencer a sus pueblos vecinos. Más tarde, el primer lugar fue ocupado por Júpiter (el Zeus griego). A este dios se lo representaba con un cetro en una mano y un rayo en la otra.
En sus comienzos, las divinidades tuvieron un carácter fetichista, de esta manera una sencilla piedra simbolizaba a un dios. Durante muchos años los romanos consideraron a sus deidades como manifestaciones de la naturaleza (númenes) y no las representaron con forma humana. Mas tarde, por influencia griega, imaginaron a sus dioses como seres humanos (antropomorfismo) y les levantaron templos y estatuas.
Religión Doméstica: Lares y Penates
Los romanos adoraban a los dioses Penates como protectores de la familia y también como protectores del Estado, considerando a éste como una familia de ciudadanos. Su nombre proviene de penus ("provisiones de boca") y sus imágenes se guardaban en la Penetralia, en el centro de la casa. Constantemente se mantenía fuego en el hogar en honor a éstos y sobre la mesa se les ofrendaba sal y frutos. Se toman a los penates como inventores de la casa y por dispensadores y conservadores de todos los beneficios de la fortuna y del bienestar de que disfrutaba una familia o una comunidad.
Los Lares eran dioses secundarios de la mitología romana y estaban más bien en la categoría de genios. Guardaban estrecha relación con los penates y éstos y aquellos eran objeto de un culto común.
Los lares eran los manes, o sea, los espíritus de las personas difuntas de una familia, divinizados por ésta. Eran los espíritus de los hombres honrados. Todos los lares estaban al cuidado del Lar Familiaris, que estaba mirado como fundador de la familia, de la cual era inseparable.
 Además de estos lares privados (por estar dentro de cada casa de familia) se pueden apreciar también a los lares públicos que se dividen en: lares praestites y lares compitales. Los primeros eran los protectores de toda la ciudad y los segundos eran los que presidían a los distintos barrios de la misma.
El lugar destinado a los lares, lugar siempre espacioso, se llamaba Lararia. Allí les ofrecían las personas de la casa una porción de comida diaria y a las horas oportunas y en las celebraciones se les adornaba con guirnaldas y se dejaba abierto el Lararia.
Religión pública
Antes de adorar y a asimilar a los dioses griegos, los romanos rendían culto a una serie de dioses que eran divinizados por los latinos en la región del Lacio.
Podemos citar a:
Jano: tenía la fuerza generadora de la luz y se la representaba con dos caras para indicar que vaticinaba el pasado y el futuro. Enseño a los romanos la división del año, los principios de la justicia y la forma de labrar los campos. El rey Numa Pompilio (714-672 a. C.) ordenó construir el Templo de Jano, cuyas puertas permanecían abiertas en tiempos de guerra para permitir al dios salir en defensa del pueblo. En épocas de paz permanecía clausurado.
Saturno: Era la divinidad protectora de las siembras y de las semillas.
Vesta: fue la diosa del hogar, simbolizaba el ideal de las familias. Su culto revestía gran importancia en Roma.
Luego adoraron a Júpiter (el Zeus griego), a su esposa Juno (la Hera griega) y a Minerva (la Atenea griega), estas divinidades formaban la tríada protectora de la ciudad, reverenciada en el Capitolino.
Todas las divinidades griegas fueron adoradas en Roma, aunque su culto penetró en esa ciudad en épocas diferentes. Al amplio politeísmo debemos agregar a los dioses campestres, como los Silvanos, los Faunos y las Ninfas; las deidades de los frutos (Pomona), de las flores (Flora).
Los dioses romanos
Menos brillantes, menos poéticos que los griegos, la Mitología romana tuvo menos importancia que el culto y los ritos. Recibieron adoración de Italia muchos dioses de Grecia. Los romanos dividían sus dioses en:
Dioses superiores: eran los dioses del cielo, que comprendían también los dioses del mar y del fuego.
Dioses inferiores: son los poderes escondidos en los abismos de la Tierra, que hacían madurar los frutos y guardaban los muertos.
Dioses intermedios: eran las divinidades terrestres, y en las últimas épocas los espiritus que flotaban en el aire, entre los dioses y los hombres.
Veneraban también a muchos "genios" que presidían a los diversos actos de la vida y a varios fenómenos de la naturaleza, como Los Penates, Los Lares, los Lemures y los Manes. Los Famuli y las Virgines divae eran dioses y diosas subalternos que formaban el cortejo de las divinidades superiores.

La religion romana.

La religión romana es una religión politeísta, emparentada con la religión griega antigua. Estudiando la misma historia de la nación romana, podemos apreciar y entender sus fundamentos: el primer rey, Romulo, se concentra sobre el arte militar y hace de Roma una verdadera potencia. El segundo rey, Numa, ofrece a los Romanos una nueva fuerza: la de luchar por una buena causa, los dioses...

Los romanos creen en un cierto número de potencias divinas: los dioses. La potencia de los dioses inquieta, por lo que los romanos intentan vivir en buena armonía con ellos, reconociendo su superioridad, y rindiéndoles culto a través de los ritos. Podríamos decir que la religión es un acto la "diplomático" con los dioses: se busca la paz de los dioses. La finalidad del culto no es ni personal ni del más allá, sino que es colectiva y terrestre. Por tanto, la religión es el conjunto de las prácticas rituales cívicas que buscan el bienestar de la ciudad.

El “Pax Deorum”, fundamento de la religión
“Pax Deorum” significa la paz de los dioses. Con esta traducción ya podemos intuir de qué se trata y en que se basa, pero vamos a intentar explicarlo un poco más, para que a todos nos quede del todo claro.

Incluso en el momento de la fundación de la ciudad por Romulo, se piensa que los dioses han dado su acuerdo a esa decisión y han trasmitido buenos presagios sobre la misma. Este acuerdo no es sólo un apoyo de los dioses, sino que los romanos veían más allá: Este acuerdo significa que los dioses le son favorables a Roma y que, por tanto, los romanos están en paz con los dioses. Esto les asegura protección eterna.

Este favor y este soporte de los dioses son esencial y, por tanto, es importante mantenerlo. Los dioses al estar del lado de Roma, ayudarán constantemente a los romanos. Así, todo acontecimiento desfavorable para la ciudad de Roma, se pensaba que era consecuencia de una ofensa hecha a los dioses y que convenía reparar lo antes posible.

El sacrificio es el rito más importante porque permite mantener el "Pax Deorum" reconociendo la superioridad de los dioses a través de un voto. Es practicado por un magistrado o por un padre de familia para la religión doméstica. El ateísmo no existe. Los ciudadanos no tienen el derecho de devolver culto al dios público sin convocación.

Comparacion entre Dioses griegos y romanos

Dioses de Grecia= Dioses Romanos
ZeusJupiter
HeraJuno
PoseidonNeptuno
AteneaMinerva
AresMarte
ArtemisaDiana
HermesMercurio
DionisioBaco
ApoloApolo
AfroditaVenus


Principales dioses Romanos

DiosesCaracteristicas
JúpiterRey de todos los dioses, representa el día
ApoloDios de la verdad, Sol, luz , profecias, etc
Venusrepresenta el amor y la belleza
MarteDios de la Guerra
MinervaDiosa de la sabiduría y del conocimiento
PlutónDios de los muertos y del inframundo
NeptunoDios de los mares y oceanos
JunoDiosa de la maternidad
BacoDios del vino, del extasis
Mercuriomensajero de los dioses , dios del comercio
DianaDiosa de la caza , castidad , vida silvestre
Ceres Diosa de la recolección , agricultura
Vulcanometales , la metalurgia , el fuego
Saturno Dios de la agricultura y la cosecha
CupidoDios del amor

 


 

jueves, 21 de febrero de 2013

El cómputo del tiempo romano

El día y la noche
Dividían la duración de la luz del día en tres partes:

  • ἕως (héos), el alba o la mañana, en sentido más amplio.
  • μεσὸν ἡμέρας (mesón heméras), el mediodía.
  • δείλη (déile), la tarde.
Esta división se fue reformando con el tiempo. La noche, por influjo del lenguaje militar, pasó a dividirse en cuatro partes iguales llamadas  φυλακαί (phýlakai: "guardias, vigilancias"), imitadas luego por los romanos como vigiliae

Roma
Los Romanos dividieron la duración de la luz del día en doce horas contadas desde el amanecer hasta el crepúsculo. Se referían a las horas con el ordinal, de modo que a la una la llamaban hora prima y así sucesivamente hasta la hora duodécima. Podemos comprender rápidamente que si la una era el amanecer y las doce el atardecer, las seis, la  hora sexta (de donde viene nuestra palabra 'siesta'), sería el mediodía.


Este sistema se adecuaba a los relojes de sol, pero tiene la pega de que las horas duran distinto tiempo según cada día y cada lugar. Así en el solsticio de verano tienen una duración máxima y mayor cuanto más al norte y en el solsticio de invierno mínima.
La noche se dividió al principio en cuatro vigilias. En el ejército pervive esta antiquísima división en las guardias nocturnas. Pero ya al final de la República se adoptó la división en doce horas, origen de nuestro horario moderno.

viernes, 15 de febrero de 2013

El urbanismo; la ciudad

Construcciones en la ciudad romana.
La Muralla y las Puertas de la Ciudad
La ciudad romana estaba rodeada por una muralla y su trazado urbano se establecía con cierta regularidad, siguiendo el modelo etrusco y helenístico, en torno a las dos calles principales perpendiculares, el cardo y el decumanus. En el lugar donde estas dos calles se unían se establecía el foro, donde se construían los edificios más importantes: la curia (para las asambleas del Senado), el pletorio, desde donde se gobernaba, etc.
El foro, en un principio, era un lugar comercial, pero fue progresivamente adquiriendo un carácter más noble y político, mientras que los foros comerciales se fueron desplazando a otros lugares de la ciudad.
Las puertas de entrada a la ciudad romana se encontraban en las salidas del cardo y del decumanus, pero también en otros puntos de la ciudad. Solían estar flanqueadas por dos torres con estancias donde se situaba la guardia. También había estancias encima de los arcos de entrada. Normalmente tenían uno o dos vanos, cubiertos con bóvedas de cañón.
Se conservan especialmente bien la muralla de Tréveris y la de Colonia, cuya tipología es un poco distinta, con torres cuadradas, la puerta muy retraída y de tres vanos, el central mucho más amplio.

La casa privada (Domus)
La casa romana deriva de la etrusca y se fue desarrollando y complicando con el tiempo. Tenía una puerta de entrada, un atrio (con un impluvium y un compluvium) alrededor del cual se desarrollaban las estancias.
A un lado del vestíbulo de entrada se encontraba la estancia donde se rendía culto a los dioses y al otro lado había otra habitación donde se encontraban las máscaras y, a veces, las urnas de los que habían muerto. En algunos casos estas habitaciones se colocaban en las alas y eran más pequeñas y en su lugar se colocaban tiendas que comunicaban con la calle. 
Al fondo del atrio aparecía el tablinum, la habitación donde los señores de la casa recibían las visitas, tras la cual estaba el jardín o huerto, llamado peristilo, ya que era un espacio amplio, abierto y con una columnata para pasear. Al fondo de este peristilo estaba el triclinum, el comedor. Estaban decoradas con pintura y mármoles. Las mejores se encuentran en Pompeya o en Herculano. El esquema se va complicando, pero siempre tienen patios alrededor de los cuales se desarrollan las estancias.
Las Ínsulas
Equivalía a una manzana de casas. Sin embargo, el término se extendió para acabar denominando a cada una de las casas que había en una ínsula. Eran casas de pisos, más humildes que las anteriores y de alquiler. Tenían un patio interior y al exterior tenían ventanas y balcones. En la parte baja habría tiendas.
Las Villas
Las Villas romanas partían del concepto estructural de la domus pero eran más grandes y complicadas y no presentaban regularidad en planta. Estaban alejadas de la ciudad y eran lugares generalmente de descanso. En España, destaca la de Olmeda (Palencia).
Las Basílicas
Era un tipo de edificio de nueva creación. No se sabe claramente cuál era su origen estructural. Servía para administrar justicia y para realizar transacciones comerciales. Destacan las Basílicas de Maguncio y Constantino en Roma.
Hay dos tipos de basílicas:

  • Basílicas de procedencia helenística: de planta rectangular, dividida en tres naves con varios tramos, abovedadas y con la entrada en uno de los lados menores del rectángulo, mientras en el otro hay una exedra.
  • Basílicas de procedencia oriental: también de planta rectangular y con una o tres naves, también abovedadas, la entrada está en uno de los lados mayores del rectángulo y en los lados menores hay exedras.
La Basílica de Majencio
Está estructurada en tres naves, la central continua, más ancha y alta y cubierta con bóvedas de aristas, las laterales compartimentadas pero con comunicación entre los distintos compartimentos y cubiertas con bóvedas de cañón. Al fondo de la nave central hay una exedra semicircular y en un lateral una tribuna. La terminó Constantino y es probable que existiese una estatua colosal suya. Estaba ricamente decorada con mármoles, mosaicos, etc.

Las Termas
Las Termas romanas o Baños fueron edificios de gran originalidad en el mundo romano Eran lugares de reunión con un cierto carácter social y de recreo, más alla del uso balneario específico. Las termas estaban estructuradas en cuatro zonas: apodyterium (lugar de recepción, donde estaban los vestuarios), frigidarium, trepidarium y caldarium.
También había gimnasio, zonas de masajes, bibliotecas y espacios abiertos de paseo. Las Termas Romanas influirán enormemente en culturas posteriores, especialmente en el Islam. Para calentar el agua se usaba un sistema de calefacción subterránea llamado hipocápsula. Las termas estaban lujosamente ornamentadas.
Aunque fueron creadas principalmente para los hombres, existieron termas masculinas y femeninas, e incluso para ambos.
Termas de Caracalla
Las Termas de Caracalla eran enormes. Tenían capacidad para más de mil personas. En el centro estaban los baños propiamente dichos y en el resto estaría el estadio, la biblioteca, el gimnasio, etc.

La zona de los baños era muy simétrica. La sala circular era el caldarium, la sala contigua el tepidarium y la siguiente, en forma de cruz, el frigidarium. El resto eran zonas de recreo, el vestíbulo, los vestuarios, etc. Todo estaba lujosamente decorado. Actualmente, sigue conservando restos de mosaicos en el suelo.

Construcciones para Espectáculos
El Teatro Romano
El teatro romano deriva directamente del griego, aunque existen algunas diferencias.
Está formado por el coro, la orquesta, el proscenio y las gradas.
Sin embargo, el teatro romano es enteramente de fábrica, la orquesta es semicircular y no circular, por lo que la forma de la grada también es semicircular y no ultrasemicircular como en Grecia.

Al tratarse de un edificio de fábrica, también tenía importancia estética el exterior. Los teatros romanos presentan una serie de pisos, en lo que juegan un papel importante el arco y la columna, ya que en los vanos intermedios se colocaban estatuas.
En el interior había una serie de pasillos con puertas de acceso. Toda esta estructura interior estaba abovedada. Al teatro romano no se accedía por los laterales como ocurría en los teatros griegos sino por unas puertas llamadas "vomitorios"
Las gradas estaban divididas en tres partes: ima, media y summa cavea y los espectadores se colocaban en ellas según la clase social a la que pertenecieran.
El odeón tiene exactamente la misma estructura, pero la función es distinta pues estaba destinado a las audiciones musicales.
Teatro de Pompeyo
El Teatro de Pompeyo era de época republicana. Tiene incorporado un templo dedicado a Vesta, hecho poco corriente. Detrás de la escena hay unos grandes jardines porticados como zona de recreo para antes de la función o para los actores.

Teatro Marcelo
Obra del siglo I. Muy cerca se levantan dos templos. Ha tenido distintas funciones: durante la Edad Media fue una fortaleza. En el s.XVI una familia noble lo remodeló como palacio y más tardíamente se convirtió en casas más humildes.

El interior se ha perdido totalmente por esta razón, pero bajo las casas todavía se conserva algo de la orquesta. El último piso de la fachada no tiene arcos, sino que es ciego y en vez de columnas tiene pilastras.
El anfiteatro
Exteriormente, El anfiteatro romano es similar al teatro: tiene una gran fachada con pisos, columnatas, arcos y en ellos estatuas.
El anfiteatro romano es ligeramente elíptico y aparenta ser el resultado de la unión de dos teatros.
Se dividía en arena, cávea o grada y una estructura subterránea bajo la arena.
El Anfiteatro romano estaba destinado al combate de los gladiadores. En la zona subterránea esperaban los gladiadores y también se guardaban los animales.
El mejor ejemplo conservado es el Coliseo de Roma.
Al igual que el teatro romano, el anfiteatro solía tener una capacidad para miles de espectadores. 
Anfiteatro de los Flavios
Se inició con Vespasiano en el 69, lo continuó Tito y parece que fue terminado por Domiciano. Es llamado el Coliseo por sus propias proporciones y también porque se cree que había una colosal estatua de bronce de Nerón.

Muy cerca se encuentran la domus aurea de Nerón y el arco de Tito. Su fachada tiene cuatro alturas, la primera en orden toscano, la segunda en jónico, la tercera en corintio y en la parte superior cerrada hay pilastras de orden compuesto. Hay restos de los lugares donde colocaban las banderolas.
Anfiteatro y teatro de Mérida: Están apoyados en el terreno y se encuentran muy cercanos. Son de época imperial. También destacan el Anfiteatro de Arlés y el de Verona. El Circo Romano

El Circo Romano es el lugar destinado a carreras, pero en algunas ocasiones también se realizaron conmemoraciones de acontecimientos del Imperio. Es un edificio alargado con remates semicirculares.

El circo romano tiene relación con los estadios griegos, pero era mucho más grande. En la arena había una espina, una división en sentido longitudinal que marcaba la línea donde tenían que dar la vuelta los caballos. En esta espina se solían colocar columnas, estatuas, etc.
El Circo Máximo
El Circo Máximo es de época imperial con distintas remodelaciones de varios emperadores. Se estuvo utilizando hasta época bárbara. Se encuentra en la ciudad de Roma. En la espina tenía dos obeliscos, que hoy se encuentran uno en la Plaza del Pópolo y el otro en San Juan de Letrán.

Estadio de Domiciano
Seguía el esquema de los estadios griegos. Hoy sólo se mantiene el espacio que ocupaba, que es la actual Plaza Navona.


Construcciones Conmemorativas
El Arco de Triunfo
El arco de triunfo romano pudo tener su antecedente en las puertas de las murallas etruscas, pero en Roma adquirieron un valor más personal.
Lo arcos triunfales se construían para los desfiles de las tropas vencedoras. Se solían situar en lugares estratégicos como cruces de calzadas, extremos de algunos puentes y, sobre todo, en los foros.
Los arcos del triunfo que se conocen son fundamentalmente de época imperial, aunque también debió haberlos en época republicana. Están formados por uno o tres vanos, llamados ojos, el central más amplio. Por encima de éstos se dispone el entablamento y, sobre éste, un segundo cuerpo llamado ático sobre el que se colocan las inscripciones. Llevan columnas incorporadas y esculturas en forma de relieve.
Existía un tipo de arco algo distinto: tenía cuatro ojos y formaba un cuadrado. Se le llama arco cuadrifronte.
Arco de Tito
Se conserva en buen estado y se encuentra en Roma, en los Foros Imperiales. Se realizó en el 81 d.C. para conmemorar la victoria del emperador sobre el pueblo judío. Tiene un solo ojo muy profundo que origina una bóveda de cañón decorada con casetones. La decoración del arco es muy sencilla ya que sólo se encuentra en el intradós del ojo. El ojo está enmarcado por columnas que descansan sobre grandes plintos y en las enjutas aparecen victorias.

En uno de los relieves aparece el momento en el que el emperador triunfante entra en la ciudad y junto a él aparece por detrás una victoria coronándole y guiando su carro la diosa Roma. Hay perspectiva, atmósfera lograda con un difuminado, preocupación por el movimiento, estudio de distintas actitudes, etc. El otro relieve representa el momento en el que el ejército triunfante entra en la ciudad por un arco del triunfo con los símbolos que han tomado al pueblo judío.
Arco de Trajano en Benevento
También tiene un solo ojo, pero la decoración de relieves no sólo se encuentra en el intradós, sino por todo el arco: encuadrando el ojo, en el friso, en el ático enmarcando la inscripción, etc. Los relieves, estilísticamente, tienen las mismas características que los de Tito, pero el tema es más pacífico, muestra al emperador como bienhechor del pueblo y escenas previas al combate (aparece el emperador arengando al ejército).
En uno de los relieves aparece el emperador administrando alimentos al pueblo. Hay una bandeja donde están esos alimentos y aparecen representaciones de las diosas de distintas provincias. También aparecen padres llevando a sus hijos en brazos.

Arco de Séptimo Severo
Es del siglo III y se encuentra en el foro de Roma. Tiene tres ojos, pero sigue las mismas características. Los relieves, en los que se alude a victorias del emperador sobre los partos, se encuentran muy deteriorados.

Arco de Constantino
Es de principios del s.IV y tiene tres ojos. La mayoría de los relieves de este arco son aprovechados de construcciones anteriores, sólo unos pocos son originales. En el segundo cuerpo, continuando las columnas del primer cuerpo, hay estatuas, que seguramente también aparecerían en otros arcos pero que no se han conservado.

Arco Cuadrifronte de Jano
Se encuentra en Roma, en el Foro Boacio y está bastante deteriorado. En vez de columnas enmarcando los ojos, hay hornacinas donde habría esculturas. Estas hornacinas dan simetría y efectos de claroscuro. El interior se cubre con bóveda de aristas.

Arco de Caparra
Se encuentra en Cáceres. Probablemente marcaría un cruce de caminos o estaría marcando una frontera o límite. Es mucho más simple y pequeño. En sus ángulos habría columnas.

Arco de Bará
Es de época imperial y se encuentra en Tarragona. Es muy sencillo, no hay decoración escultórica. Hay pilastras adosadas que enmarcan el ojo. Todo ello está apoyado sobre un basamento.

Arco de Medinaceli
Se encuentra en Soria y es aún más sencillo. Estrictamente no es un arco del triunfo, pero se sigue llamando así. Tiene tres ojos, el central mucho mayor. No se ha conservado el ático. Sobre los ojos laterales hay huellas de una decoración de arcos ciegos terminados en frontón.

La columna monumental o conmemorativa romana
La columna monumental no sólo es conmemorativa, también puede tener otras funciones, como la de Trajano, que además guardaba sus cenizas.
La columna monumental romana se asentaba sobre un podio y todo el fuste, que tenía gran altura, estaba decorado con relieves que narraban los hechos que se conmemoran.
Normalmente, en la parte superior había una estatua del emperador que lo mandó construir.

La columna rostrada era una columna también apoyada sobre un basamento y de gran altura, pero en la que en el fuste se colocan los espolones de los navíos que habían sido tomados al enemigo. Lamentablemente, no ha quedado ninguna de este tipo.
Columna de Trajano
Se encuentra en Roma, en el foro de Trajano. Conmemora la victoria de Trajano frente a los dacios. Por último, tiene un carácter funerario porque en el plintio hay una pequeña cámara donde se guarda una urna con las cenizas del emperador. La columna estaba coronada por una estatua de Trajano que hoy ha sido sustituida. Todo el fuste está decorado con relieves en sentido helicoidal y en el plinto hay decoración con armas y elementos propios de una armadura. El relieve es continuo, cristalino, histórico, narrativo y helenístico, ya que aparecen arquitecturas y paisaje representados. Las figuras están llenas de movimiento, están en acción.

Columna de Marco Aurelio o Antonina
Cumple las mismas características, pero es meramente conmemorativa, debido a sus victorias militares. Los relieves son muy similares, pero con un mayor predominio de la figura.

Obras de Ingeniería Romana

Calzadas Romanas
Se han conservado muchas calzadas romanas, al ser construcciones sencillas. Se trataba de zanjas rellenas con distintas capas de cantos rodados y otros materiales y encima se colocan piedras lisas para mejorar la superficie y que fuera más fácil transitar por ellas. Las calzadas permitieron el traslado y la comunicación entre las distintas ciudades del Imperio. Los mediarios eran postes de piedra que marcaban las distancias. En España destaca la calzada del Puerto del Pico, en Madrid.
Puentes
Los puentes romanos estaban formados por arcos de medio punto y tajamares circulares o triangulares muy profundos para poder desviar el agua hacia los ojos y así no dañar los soportes. Destaca el Pont du Gard que también sirve para la canalización del agua y que está formado por dos arquerías de arcos grandes y una arquería superior de arquillos pequeños. También son importantes el Puente de Mérida y el Puente de Córdoba.
Acueductos
Son puentes que servían para canalizar el agua por su parte superior. Destaca el Acueducto de Segovia, del s.I, de piedra y en el que la anchura de los pilares de la parte inferior disminuye ligeramente a medida que se asciende y están divididos en distintos cuerpos por impostas. También es importante el Acueducto de los Milagros, en Mérida, que tiene varias arquerías superpuestas realizadas con piedra y ladrillo.

Cloacas
Permitían que las aguas residuales sean conducidas. La más importante es la Cloaca Máxima en Roma, que tiene su origen ya en el mundo etrusco.

viernes, 8 de febrero de 2013

Comunicaciones; las carreteras.

La calzada romana era el modelo de camino usado por Roma para la vertebración de su Imperio. La red viaria fue utilizada por el ejército en la conquista de territorios y gracias a ella se podían movilizar grandes efectivos con una rapidez nunca vista hasta entonces. En el aspecto económico desempeñó un papel fundamental, ya que el transporte de mercancías se agilizó notablemente. Las calzadas también tuvieron gran influencia en la difusión de la nueva cultura y en extender por todo el Imperio la romanización. El Itinerario de Antonio, del siglo III, es la fuente escrita que mayor información nos aporta sobre la red viaria romana.
Unían las ciudades de todos los puntos de Italia y después del Imperio con los centros de decisión políticos o económicos. Los viajes eran fáciles y rápidos para la época, gracias a una organización que favorecía una relativa comodidad para sus usuarios. Pensadas, primero, para uso militar, serán el origen de la expansión económica del Imperio, y después de su final, facilitando las grandes invasiones de los pueblos bárbaros.
Hasta los años 427 a. C., los romanos utilizaban caminos de paso para ir desde Roma a las ciudades que la rodeaban. Las incursiones de los Galos de Brennus, que serán desastrosas para los romanos en el 390 a. C., será el primer síntoma revelador de la ineficacia del sistema defensivo de Roma, debido principalmente a la lentitud de las tropas por los caminos de la época. La necesidad de una mejor defensa, junto con un deseo de expansión y hegemonía sobre Italia condujeron a una República Romana todavía frágil y amenazada desde el exterior para comover una red que se adaptase a sus necesidades de sólidas vías empedradas y postas. Estos ejes permitieron una más rápida y fácil circulación de las mercancías y de los comerciantes, así como la transferencia rápida de tropas.
La primera vía fue creada en el 312 a. C. por Appius Claudius Caecus y unía Roma con Capua: es la Vía Apia. Al final de la República Romana, todo el territorio de la península italiana estaba recorrido por estos grandes ejes, cada vía lleva el nombre del censor que la había creado. Estas vías estaban pavimentadas sólo excepcionalmente: dentro de las ciudades y sus alrededores (con excepción de la Vía Apia, que poco a poco se pavimentó en todo su recorrido). En otros lugares se rellenaban con arena y grava extraídas de canteras abiertas en las proximidades.
A medida que el Imperio se va extendiendo, la administración adoptó el mismo esquema en las nuevas provincias. En su apogeo, la principal red de carreteras romanas llegará a tener aproximadamente 100 000 km. Los comerciantes romanos vieron rápidamente el interés de tales ejes. A diferencia de otras civilizaciones del Mediterráneo que habían basado su desarrollo casi exclusivamente en sus puertos, ellos utilizarán su red de vías en paralelo con su flota comercial. Esto fomentará los intercambios con el interior del continente y será el origen de su rápida expansión. Regiones enteras se especializarán y comerciarán entre ellas (vino y aceite Hispania, cereales Numidia, cerámica y productos cárnicos (ahumados, salados ...) Galia, por ejemplo).