jueves, 20 de diciembre de 2012

La casa, espacio de la vida privada.

Jornada cotidiana de un hombre rico.
Las actividades que desarrollaban los romanos en los días laborables duraban, generalmente, de solo a sol, como vamos a ver ahora.
Se levantaban antes de salir el sol, sobre las 4:30 en verano y las 7:30 en invierno. Se lavaban la cara, los brazos y las piernas (el resto del cuerpo cada nueve días, en la época republicana, aunque si era época imperial se lavaban de cuerpo entero diariamente), y luego pasaban a la cocina a desayunar; y así ya estaban disponibles para sus ocupaciones.
Primero el ciudadano rico recibía en el atrio a los clientes (salviatio), los cuales saludaban al señor (salve), e incluso le daban la mano o un beso en la mejilla. Desde las 6:30 horas (en verano) se dedicaban a los asuntos personales, (visitas, votaciones, negocios, etc.) o también a asuntos públicos (en el caso de que fuera magistrado).
Al mediodía se suspendían los trabajos hasta el día siguiente y entonces se tomaba el prandium, una especie de almuerzo frío con frutas y vino. Después, hacia las dos de la tarde, se echaban la siesta, meridiatio.
A continuación de la siesta, cada nueve días en la época republicana, tomaban un baño de cuerpo entero. El ciudadano rico en su propia casa y el pobre en los baños públicos (thermae).
Seguidamente solía darse un paseo, y a la hora décima (sobre las cuatro de la tarde) se sentaban en la mesa para tomar la “cena”, la última y abundante comida del día.
Finalmente, acabada la cena, se iban a dormir.
La comida ordinaria.
Los romanos cenaban en el “atrium”, sentados en banquillos o sillas alrededor de la mesa. Algo más tarde, para retirarse un poco a la intimidad, se iban al “tablinium”, y por eso se llama cenaculum a cualquier habitación puesta sobre el piso normal de la casa tipo pompeyano.
En las villas se cenaba en la cocina, que era muy amplia, sentados en torno a una o varias mesas, según la gente que había en la villa.
Cuando llegó la costumbre griega de comer tumbados en divanes se reservó una habitación para la cena que se llamó “triclinio”.
En lasa casas importantes había comedores de invierno y de verano.
El nombre de “triclinio” procede de los tres lechos que se tendían en torno a la mesa del comedor. Estos lechos, de derecha a izquierda, se llamaban: “summus, medius, imus”, y en cada uno se recostaban tres comensales que recibían el nombre de “locus summus, locus medius, locus imus”.

Las casa.
Las casas romanas más lujosas unifamiliares se llamaban domus. Eran de una sola planta y su estructura evidencia el carácter cerrado de la organización familiar antigua. Estaban orientadas hacia el interior, sin apenas ventanas y en torno a un patio central, atrium. Las casas ofrecían todo tipo de comodidades incluyendo calefacción, con un hipocausto. A la entrada había un vestíbulo y las fauces.
De aquí se pasaba a un atrium, que consistía en un patio interior cubierto con una apertura en el centro llamada compluvium que dejaba entrar el agua de lluvia. Este agua caía en un pequeño estanque llamado impluvium. Al atrio daban las distintas dependencias de la casa: dormitorio, cubiculum, comedor ( triclinium ), cocina (culina), y recintos laterales  (alae). Por influencia griega se construyó el tablinum, despacho del pater familias en el que solía recibir a sus clientes. También detrás del atrio se construyó un peristilo, que no es otra cosa que un patio mayor rodeado de columnas a la manera de los claustros de nuestros conventos. En él solía encontrarse un jardín.

Cuando se trataba de casas en las afueras de las ciudades o en el campo se las llamaba villae.
Las casas de los romanos más modestos se llamaban ínsulae (como AR0 nuestras 'manzanas' de casas). Eran de muchos pisos, a veces demasiados. Se sabe que, ya en tiempos del emperador Augusto, se prohibió que tuvieran más de siete pisos para que no fueran demasiado peligrosas. Pero aun así algunas medían más de 18 metros de altura, como la famosa ínsula Felicles. Los inquilinos vivían en pisos alquilados que se llamaban cenacula. Pero, como los alquileres eran muy caros, era frecuente que el inquilino realquilara habitaciones a otros hasta llegarse a un tremendo hacinamiento. Uno de los peligros más temibles era el de los incendios debido a que los inquilinos usaban braseros en invierno. 

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