A mediados del siglo lI a. C, el Senado romano se encontraba dominado por el sector que mantenía una política de defensa del más duro imperialismo. En Italia, las capas dominantes se habían ido adueñando de las mejores tierras que eran trabajadas por mano de obra esclava. Los pequeños campesinos encontraban dificultades para vender sus excedentes agropecuarios ante el abaratamiento de los mismos por la producción esclavista. Por lo mismo, comenzaba a ser frecuente que muchos campesinos se vieran obligados a vender sus tierras y emigrar a las ciudades con la esperanza de encontrar en ellas nuevas formas de vida.
En estas condiciones sociales, la guerra de conquista contribuía a disolver las tensiones sociales de Italia, pero, a su vez, los soldados legionarios encontraban pocos estímulos para desear el fin de las operaciones militares, ya que la guerra les ofrecía al menos un medio de vida. La guerra de conquista servía a la vez para abrir nuevos mercados al subir la demanda de equipamientos militares y al abrirse nuevos centros para el intercambio de productos, entre ellos el abundante botín obtenido en las operaciones militares victoriosas.
El Estado romano se encuentra en uno de los momentos militares más fuertes y sus generales aplican impasiblemente la lógica dura del conquistador. En este contexto debe entenderse que Roma no contemple otras medidas con Cartago más que la destrucción de la ciudad (año 146 a.C.) y la anexión de todo su territorio. De igual modo, había terminado la época en que Roma se había presentado como libertadora de las ciudades griegas ante Filipo de Macedonia; para que los griegos lo comprendieran bien, la ciudad de Corinto sirvió de escarmiento al ser destruida también el 146 a.C. En ese marco político, hay que comprender el conjunto de acontecimientos que terminaron con el sometimiento de celtíberos, vacceos y lusitanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario